lunes, 29 de junio de 2009

La prueba del algodón (de la igualdad) EL PAIS ESPAÑA

La prueba del algodón (de la igualdad)

CARMEN DIEZ MINTEGUI 29/06/2009

En los últimos años, la idea de igualdad ha pasado a formar parte de los discursos oficiales y de las expectativas sociales. Es más, incluso para una parte de la sociedad, incluidas muchas mujeres jóvenes, parece que ya se ha conseguido. Sin embargo, a pesar de los cambios positivos, tanto los datos en cuanto a situación profesional como las imágenes que se proyectan en los medios de comunicación en relación al poder político, cultural, deportivo, militar, eclesiástico,... muestran un mundo androcéntrico en el que la posición de las mujeres no es desde luego paritaria.

Los mecanismos sociales e institucionales se han reactivado y actúan en la defensa de unas relaciones de género dicotómicas

Sin la dictadura del género las personas seríamos sólo personas, porque la biología no determina ningún comportamiento

Conseguir la igualdad no es una tarea fácil ni simple. Muchas personas piensan que continuando por el camino iniciado llegará algún día; otras, por el contrario, no están de acuerdo con la idea igualitaria y defienden un modelo de sociedad en la que las relaciones de género sean de complementariedad o incluso de dominio masculino, con papeles y comportamientos diferenciados para hombres y mujeres.

En relación al primer grupo, los que creen que la igualdad llegará por sí sola, conviene recordar que es una tarea que se inició hace ya mas de doscientos años, que muchas mujeres y algunos hombres han invertido mucha energía en su defensa y que será necesario seguir empleándose a fondo, porque no es algo que caerá como fruta madura.

De ese largo camino recorrido, como ejemplos, recordaremos al cartesiano Poulain de la Barre, que en 1673 y 1674 escribió De l'égalité des deux sexes y Traité de l'éducation des dames, obras en las que se aplicaban los criterios de racionalidad a las relaciones entre los sexos, extendiendo el buen sentido cartesiano, es decir, la capacidad de razonar y de juzgar bien, también a las mujeres. O a Mary Wollstonecraft, que en Vindicación de los derechos de la mujer, publicada en el año 1792, reivindicó el derecho de las mujeres a recibir la misma educación intelectual y física que los hombres, para que pudieran ser autónomas, tener una ocupación y participar de los derechos ciudadanos que un nuevo orden social concedía a los hombres y negaba a las mujeres. Esta autora respondía así de forma clara y contundente al filósofo Rousseau, quién proponía un programa educativo diferenciado para mujeres y hombres, basado en las diferentes expectativas que para uno y otro sexo se establecían en ese nuevo orden social y político emergente que, no olvidemos, estaba basado en la idea de emancipación, de progreso individual y de ciudadanía. Por último, está Olympe de Gouges, quien en su Declaración de los Derechos de la Mujer y de la Ciudadana (1791), ampliaba a las mujeres los derechos políticos recogidos en la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789.

Como vemos, las reclamaciones de igualdad han tenido que enfrentarse desde siempre a los argumentos de los defensores de las desigualdades entre los sexos. No es algo nuevo, y las personas que hoy continúan en la línea de estos últimos tienen a su favor una larga tradición discursiva y una realidad basada en instituciones androcéntricas y en representaciones de esa realidad que invisibilizan a las mujeres, porque la sociedad en la que vivimos, fruto de lo que llamamos la Modernidad, excluyó al conjunto de las mujeres, junto con otros colectivos, de los derechos que otorgaba la ciudadanía. Así, si para el colectivo masculino la expectativa fue la vida pública y la autonomía moral, al femenino se le reservó la esfera privada, bajo la sujeción de los varones y con un fin exclusivo: hacer la vida más placentera a los que sí eran ciudadanos.

La consecuencia que la exclusión tiene para los colectivos afectados es su no presencia en los centros simbólicos y de poder sociales. La Modernidad, que planteó una ruptura con las ideas de tradición y superstición anteriores, y que hizo del individuo el centro en el que pivotaría el nuevo sistema social, mantuvo una continuidad al definir de forma genérica y subalterna al conjunto del colectivo femenino -no había individualidad ni derechos para cada mujer-, justificando y legitimando así la exclusión de todas ellas. Esta invisibilización y domesticación de las mujeres ha sido puesta en evidencia y denunciada por la teoría y la práctica feminista, que en las últimas décadas ha analizado y denunciado tanto la forma en la que se construyen las relaciones de género, como los mecanismos a través de los cuales se mantiene, reproduce y legitima el poder masculino.

Sabemos hoy que el género es una práctica muy activa que atraviesa el conjunto de la vida social, así como cada vida individual. Las construcciones genéricas no son algo fijo, sino que están en continua reelaboración; la práctica de género es necesaria para producir continuamente lo que es la masculinidad o la feminidad, algo que también está sujeto a continuos cambios. Sin esa práctica, sin la dictadura del género, las personas seríamos sólo eso, personas, porque la biología no determina ningún comportamiento. Desde esta perspectiva, se ha observado también cómo se construyen y reproducen las diferentes formas de vivir las masculinidades y las relaciones que se establecen entre ellas y, lo que un elemento central, que para que se reproduzca un modelo de masculinidad hegemónico es absolutamente necesario el soporte de distintas instituciones sociales.

El deporte es sin duda el espacio que hoy por hoy mejor reproduce ese modelo de masculinidad hegemónica, pero existen otros y en cada espacio y lugar podemos encontrar una "casa de los hombres", no sólo metafórica, sino real, en la que niños y jóvenes pueden aprender a hacerse "hombres" de verdad, lo que en esencia significa no ser como las "mujeres". Un buen ejemplo de "casa de los hombres" es el Alarde de Irún (junto al de Hondarribia), al convertirse en un baluarte en defensa de un modelo de masculinidad hegemónica, en su enfrentamiento con partidarias y partidarios de un Alarde sin exclusiones.

Central en ese proceso está siendo el surgimiento de asociaciones como Pagoki o Gordezan, impulsadas principalmente por mujeres defensoras de los Alardes tradicionales, con el objetivo de guardar las tradiciones y también de impulsar otras nuevas, como el desfile de las Antorcheras, que otorgue nuevo protagonismo a las mujeres, pero desde la defensa de modelos y valores tradicionales. Por supuesto, ese protagonismo no ocupa el lugar central de la fiesta, tanto en el sentido espacial (el desfile de Antorcheras transcurre por la periferia de la ciudad) como temporal (se celebra el día anterior al día grande del Alarde), aunque sí reproduce un modelo de mujer vasca tradicional, buena madre, trabajadora y buena compañera, frente a modelos que se consideran importados, como el de las feministas, que no serían "verdaderas" mujeres.

En su momento, cuando se inició el enfrentamiento entre partidarias/os de uno y otro Alarde, dijimos que estábamos ante una "emergencia etnográfica" y que sería interesante observar la complejidad del fenómeno. Hoy, después de varios años, un análisis en profundidad del proceso permite ver cómo los mecanismos sociales e institucionales se han reactivado y actúan en la defensa y reproducción de un modelo de relaciones de género dicotómico, en el que el lugar y los papeles de hombres y mujeres estén perfectamente delimitados y definidos. Sirve también como un ejemplo y explicación -junto a otros muchos-, del por qué los datos y la realidad continúan poniendo en evidencia que la igualdad no resiste todavía la prueba del algodón.

Carmen Diez Mintegui es antropóloga de la Universidad del País Vasco (UPV).

FUENTE: http://www.elpais.com/articulo/pais/vasco/prueba/algodon/igualdad/elpepuespvas/20090629elpvas_3/Tes

jueves, 25 de junio de 2009

Lanzamiento de Campaña: Aún no hay cura para el SIDA. Sé valiente, usa condón IMU-CEG UES EL SALVADOR




Lanzamiento de campaña informativa:

Aún no existe cura para el SIDA. Sé valiente, usa condón”

En el marco del Día Nacional de la toma de la Prueba del VIH, el Instituto de Investigación, Capacitación y Desarollo de la MUjer (IMU), desarrollará un conferencia de prensa para presentar el lanzamiento dela campaña de sensibilización de VIH bajo el lema “AÚN NO EXISTE CURA PARA EL SIDA, SÉ VALIENTE, USA CONDÓN”.

Durante la actividad, la Directora del IMU, Deyse Cheyne y la Coordinadora del Programa Regional de VIH Mariela Quintanilla, así como representantes del Ministerio de Salud en EL Salvador abordarán concepciones y visiones alternativas sobre el tema VIH-SIDA

Viernes: 26 de junio

Hora: 09:00 a.m.

Lugar: Auditorio de la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales de la Universidad de El Salvador.

Invitan: Instituto de Investigación, Capacitación y desarrollo de la Mujer (IMU) y Centro de Estudios de Género de la Universidad de El Salvador (CEG-UES)


--
VISITA EL BLOG DEL CEG-UES
www.centrodeestudiosdegenerodelaues.blogspot.com

Roselia Núñez
Comunicaciones
Centro de Estudios de Género
Universidad de El Salvador
Teléfono: (503) 2225-1500, extensión: 4169.

Campaña Mundial: Stop a la trata Fundación Mujeres en Igualdad ARGENTINA

CAMPAÑA MUNDIAL: Stop a la Trata Humana / WORLD CAMPAIGN: Stop Human Trafficking
(en español y en ingles)

Fundacion Mujeres en Igualdad
de Argentina lucha, desde hace años, de maneras muy diversas contra la TRATA HUMANA:

  • creando redes,
  • difundiendo informacion sobre el tema a través de listas digitales y medios de prensa,
  • dando clases en universidades y secundarios,
  • participando de paneles en jornadas nacionales e internacionales,
  • monitoreando leyes y politicas publicas para erradicar la trata, asistir a sus victimas, penalizar a los integrantes de las redes
  • pidiendo acceso a la informacion y rendicion de cuentas de funcionari@s a cargo de programas de gobierno



Ahora lanzamos esta convocatoria masiva, mundial: si somos much@s podremos mucho mas
Te convocamos a vos, a ustedes, a tod@s quienes quieran aportar su creatividad
para erradicar la forma mas cruel y terrible de las violencias:
la esclavitud de seres humanos, principalmente de mujeres, niñ@s y adolescentes (entre el 85 el 90 %)

Participa, consultanos si tenes dudas, reenvia este mensaje al infinito!

INSTRUCCIONES:


Entrá a:
http://stophumantrafficking.ning.com

Subí tus videos (límite: de 3 minutos; preferible menos de 1 minuto)

de performances, teatro, danza fotos o instalaciones contra la TRATA HUMANA.

Se proyectarán en pantallas gigantes de las ciudades participantes del mundo

el
23 de septiembre, Día Internacional contra la Trata Humana

Consultas a:

-- Fundacion Mujeres en Igualdad
--
mujeresenigualdad@infovia.com.ar /
--
http://www.mujeresenigualdad.org.ar


SIGUE VERSION EN INGLES – ENGLISH VERSION

Fundacion Mujeres en Igualdad


Indices de violencia contra las mujeres en Morelos son mayores LA UNION MEXICO


ASÍ LO REVELA UN ESTUDIO REALIZADO POR EL CRIM

Indices de violencia contra las mujeres en Morelos son mayores en relación con el resto del país

Reforma en la entidad que prohíbe el aborto, atenta contra avances logrados a nivel internacional: Castro Pérez

Por: Tlaulli Rocío Preciado

25-06-2009

“Esta reforma a la Constitución de Morelos es una regresión gravísima que atenta contra los derechos de las mujeres, contra el Estado laico, contra los avances que se han logrado a nivel mundial apoyados por la ONU… Es una forma de violencia”, aseveró el experto Roberto Castro Pérez, al referirse a la modificación legal que prohíbe el aborto en cualquier causal. Lo anterior, al dar a conocer los resultados de un estudio realizado por el Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias (CRIM) de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), según el cual, las mujeres morelenses sufren violencia en un índice mayor al de la media nacional.

En conferencia de prensa, el especialista –quien cuenta con una Maestría en la Universidad de Exeter, Inglaterra, y Doctorado en Sociología Médica de la Universidad de Toronto, Canadá, es investigador y catedrático de varias instituciones– dio una conferencia de prensa en la que se expuso un estudio que revela que en la entidad, el 37.3 por ciento de las mujeres sufre o ha sufrido alguna forma de violencia, en tanto que esta tasa nacional, es menor, con un 35 por ciento.

El coordinador del Programa de Investigación “Sociedad y Salud” del CRIM explicó que se analizaron los datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh 2006 INEGI), en la muestra específica de Morelos, que hasta ahora –como ha sucedido con otras encuestas en la misma materia–, dijo, autoridades estatales no han utilizado, no han procesado para hacer investigaciones más específicas y para la toma de decisiones, el establecimiento de políticas públicas o la creación de programas que atiendan este grave problema.

Entre los resultados destacó que a nivel nacional, el 10 por ciento de mujeres unidas o casadas sufre violencia física, en tanto que en Morelos, el 8.9 por ciento. Éste es el único en el que el estado está debajo del promedio, pero en el resto de las formas de agresión está por arriba, ya sea sexual, emocional y económica. En todas las formas de violencia juntas, el porcentaje estatal está más de dos puntos porcentuales de la media nacional.

Asimismo, Castro Pérez expuso que conforme a estos datos –que son de origen formal, oficial de la citada encuesta–, la prevalencia de violencia física en Morelos es mayor en el estrato social bajo; en las mujeres de 15 a 19 años (es decir, más jóvenes); en aquellas cuya pareja tiene de 15 a 24 años; en las que hablan alguna lengua indígena y de manera particular, es notorio; resaltó que este indicador es mayor en las mujeres que tienen estudios de preparatoria incompleta, es decir, que contrario a lo que se observa en otros estados, aquí las féminas que tienen más estudios son las más agredidas, lo cual, insistió, sería importante investigar.

Destacó que dos tercios de las mujeres en el país han estado o están vinculadas con experiencias de violencia, “lo cual otra vez habla de la gravedad del asunto y de la importancia de hacer investigación que alimente a las políticas públicas para prevenir y detener este problema”.

Refirió que en otro estudio, respecto de encuestas institucionales sobre noviazgo, se encuentra que dos tercios de la población joven de ambos sexos han vivido violencia en una o más de sus formas, “eso quiere decir que la violencia es constitutiva, cotidiano en nuestro país; que no tiene por qué ser así”.

El mensaje crucial –dijo el especialista– es que los estados de la República cuentan con la base de datos, con su muestra, y Morelos no lo ha hecho, urge que se busque la forma de juntar el potencial de la universidad y de las instituciones para hacer un trabajo sustantivo.

El investigador en este campo comentó que hay avances importantes en materia de legislación, en el ámbito federal con la Ley por el Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, aun cuando tiene algunas lagunas o aspectos no precisos como el hablar de que una forma de violencia es el “desamor”. Lo más importante es que se pone la atención y se deja en claro el derecho de las mujeres a no ser violentadas, lo que ya es un paso muy importante.

Pero, recalcó de forma contundente y reiterada, en el nivel local, la reforma Constitucional que aprobó la actual legislatura que prohíbe el aborto incluso en caso de violación, “es una regresión gravísima en torno a los derechos de las mujeres; es desconocer la estado actual de la discusión mundial en torno a este tema, a lo que son las prioridades de salud a nivel mundial”. Cuestionó que se hubiera aprobado esa modificación por diputados de diferentes partidos al sostener que “eso me habla de intereses coyunturales, electoreros y de traición a los principios que dicen defender muchos de esos representantes”.

Consideró que esta reforma implica una forma de violencia muy grave contra las mujeres, “porque es decirles que no son dueñas de su propio cuerpo y que se les puede imponer un embarazo, incluso por el medio más brutal como sería una violación y que si les llega a ocurrir, se tienen que aguantar, porque en el Estado no se permite la suspensión del embarazo; entonces hablamos de una violación muy grave, estamos hablando de violencia estructural, de Estado”.

Opinó que habría que preguntar a las y los legisladores y todos los involucrados en esta “regresión legislativa, qué tanto conocen la información que existe sobre este asunto y si la conocen qué opinan, como para entender con base en qué datos científicos sustentaron sus decisiones; mi apuesta es que no la sustentaron en ningún dato de ciencia, sino en concepciones religiosas”.

Además, el investigador del CRIM consideró que en este momento de campañas electorales, “éste es un tema que debería ser considerado por los ciudadanos y preguntar a los candidatos qué piensan y cuáles son sus propuestas”.

Por otra parte, señaló que la encuesta pone al descubierto que hay ignorancia en servidores públicos, desde ministerios públicos hasta algunos jueces, que incide en que los casos no se denuncien y no lleguen a sanciones.

Mencionó que la investigación muestra también que es fundamental hacer investigación y que es imperante buscar qué tipo de intervención pública y de educación se necesita para generar un nuevo tipo de masculinidad en el hombre.

El investigador sostuvo que en el fondo, “el origen de la violencia contra las mujeres estriba en la noción de que las mujeres son inferiores a los hombres; es una noción profundamente arraigada en nuestra sociedad. Tanto, que se puede legislar que aunque la violen, no puede hacer nada al respecto…” y se expresa de diversas otras formas; por ejemplo en la casa, donde hay escasos recursos y no se manda a la niña a la escuela y sólo se manda al niño.

FUENTE: http://www.launion.com.mx/mostrar_noticia.php?clave=78947&encabezado=índices%20de%20violencia%20contra%20las%20mujeres%20en%20Morelos%20son%20mayores%20en%20relación%20con%20el%20resto%20del%20país&laseccion=Política

Alto porcentaje de mujeres agredidas LA JORNADA MEXICO

Alto porcentaje de mujeres agredidas

MEXICO, D.F., 23 de junio (LA JORNADA).- En México, 70 por ciento de las mujeres unidas en pareja refieren haber experimentado algún tipo violencia, y cerca de 40 por ciento de éstas la sufren en grado extremo, particularmente agresiones físicas, psicológicas y sexuales que ponen en riesgo su vida e incluso la de sus hijos.

Derivado de esto no pueden seguir conviviendo con su agresor y muchas de ellas llegan a los refugios temporales.

A nivel nacional, diariamente se resguarda un promedio de 2 mil mujeres en estos espacios, señaló Wendy Figueroa Morales, Directora General de la institución de asistencia privada Fortaleza, centro de atención integral de la mujer, quien expuso que la mayoría de ellas llegan en compañía de sus hijos y tienen una estancia de tres meses y medio en los refugios.

No obstante, acotó que a veces hay situaciones complicadas y derivado de esto ha habido mujeres que han permanecido hasta seis meses en los refugios.

En el marco de la conmemoración de el 15 aniversario de Fortaleza, Figueroa señaló en entrevista que el país existen 52 refugios para mujeres violentadas, de los cuales 36 son de la sociedad civil y agregó que en estos espacios no sólo se les da resguardo, sino también una terapia integral, a ellas y a sus hijos.

En cuanto a Fortaleza, especificó que trabaja a través de tres áreas: prevención, atención y resguardo emergente para aquellas mujeres que tienen que huir de sus casas por violencia extrema.

Manifestó que Fortaleza posee un refugio en el Distrito Federal y un espacio de resguardo emergente, pero al estar integrada a la Red Nacional de Refugios puede derivar mujeres a diversos de estos espacios existentes en el país.

Precisó que Fortaleza da seguimiento a sus egresadas durante un año, el cual incluye el aspecto médico, social y psicológico, a fin de que puedan continuar una vida sin violencia.

Sin embargo refirió que algunas regresan con su agresor, pero indicó que la circunstancia puede cambiar radicalmente, pues durante su permanencia en los refugios se empodera a la mujer y a sus hijos para que reaccionen de diferente manera ante la situación.

“Es decisión de ellas si regresan con su agresor, pero una mujer que ya tiene un proceso en refugio no regresa igual, ya tiene herramientas ya sabe qué es violencia que tiene derechos y que hay otra forma de vivir”.

Las edades de las mujeres que llegan a estos lugares oscilan entre los 18 y 45 años de edad, apuntó Figueroa, quien precisó que la violencia tiene relación con la existencia de “una cultura con roles estereotipados y con el abuso del poder en contra de las mujeres, y lo que buscamos en el trabajo de prevención es reestructurar esos roles, crear una nueva cultura desde la equidad y que se respeten las diferencias. Este es un problema multicausal, pero básicamente se deriva de la educación sexista”.

Desglosó que las mujeres que ingresan a los refugios presentan el síndrome de la mujer maltratada, es decir tienen baja autoestima, inseguridad, miedos, poca confianza en sí mismas, insomnio y depresión y añadió que por lo general las mujeres maltratadas por sus parejas experimentan de manera simultánea más de un tipo de violencia, por ejemplo la física casi siempre va acompañada de agresiones psicológicas.

En el caso de los hijos, refirió que se emplea un programa reeducativo para construir nuevas feminidades y masculinidades.

FUENTE: http://www.poresto.net/republica/41618-alto-porcentaje-de-mujeres-agredidas

Hombres marginados en las políticas de equidad EnLíneaDIRECTA MEXICO

Hombres marginados en las políticas de equidad

24 Jun 2009(16:24:00)

- Paternidad a la tamaulipeca;

Benny Cruz Zapata/EnLíneaDIRECTA

Victoria, Tamaulipas.- Es necesario que los hombres de Tamaulipas analicen el terreno que están pisando en cuestiones de equidad y empiecen a luchar por sus derechos, ya que el estado se caracteriza por un aire de legislaciones, como la paternidad responsable, de la equidad de género, sobre la violencia contra la mujer, pero falta mucho por hacer en cuestiones de leyes que representen verdaderamente lo que se necesita para tener una sociedad igualitaria, opina el doctor Oscar Misael Hernández, antropólogo social.

-La mayoría de estas leyes tendientes a hacer cumplir en lo económico a los hombres como padres de familia, pero hay ausencia de políticas públicas encaminadas a fortalecer en lo esencial el ejercicio de una paternidad responsable, y en ello no se empieza precisamente con lo económico, sino en la enseñanza de los hombres a ser padres en los tiempos que nos ha tocado vivir, conlleva una serie de sentimientos y actitudes, diarias y constantes, incluso una responsabilidad que se lleva con una carga cultural que debe ser tomada en cuenta, de ello nos habla el doctor en antropología social, Oscar Misael Hernández, quien ha estudiado desde hace varios años el tema de la equidad de género, teniendo como punto de partida la masculinidad, considera que es necesario analizar en colectivo lo que la paternidad representa:

- Como sociedad a voltear la mirada hacia el desempeño de la paternidad, porque es un hecho que en una sociedad cambiante se exige a los varones que son padres, mayor equidad, corresponsabilidad, ternura hacia su pareja, hijas e hijos. Se les demanda mayor cercanía, amor, comunicación, respeto y, sobre todo, conciencia de su paternidad.

Puntualiza:

-Los padres elaboramos una serie de significados de lo que significa ser padre propiamente pero, hay una distancia entre el ser y el hacer. Encontramos que en la práctica de la vida cotidiana no todos, pero si muchos padres no se ajustan al ideal de la paternidad y para muchas mujeres, en este caso las madres propiamente ese ideal de paternidad es que el hombre asuma una responsabilidad en términos de participar no sólo en la crianza, sino en la educación de los hijos, en el cuidado, es ahí donde hay un quiebre cultural propiamente que se vincula con un choque económico, es decir , al que no se pueden ajustar muchos varones a este ideal del ejercicio de la paternidad, debido a la absorción de trabajo, a que no hay tiempo suficiente para poder darles atención a los hijos, entonces hay una diferenciación, lógico que hay padres que si logran articular su trabajo con la atención de los hijos, pero no es el caso de todos

FUENTE: http://www.enlineadirecta.info/nota.php?art_ID=97624&titulo=Hombres_marginados_en_las_pol_ticas_de_equidad.html

Diplomado de Extensión a Distancia en Estudios de Género CIEG Universidad de Chile CHILE


DIPLOMADO DE EXTENSIÓN A DISTANCIA EN ESTUDIOS DE GÉNERO

CIEG - Centro Interdisciplinario de Estudios de Género, Universidad de Chile.

El Diplomado de Extensión a Distancia en Estudios de Género tiene como objetivo introducir a sus estudiantes en los contenidos teóricos básicos del concepto de género, y sus principales aplicaciones prácticas, dando un recorrido general por temáticas como la educación, la salud y el trabajo, siempre desde la perspectiva de las políticas públicas y la planificación.

Está dirigido al público en general, personas interesadas en temáticas de género, especialmente a aquellas que por razones de lejanía o falta de tiempo no pueden asistir a clases presenciales y requieren de programas de estudio flexibles.

El programa dura un (1) semestre y se divide en dos módulos, el primero de ellos orientado a otorgar las bases teóricas de los estudios de género, desarrollo y políticas públicas, mientras el segundo se avoca a revisar la aplicación de estos enfoques en las áreas de trabajo, educación y salud.

A través de este sistema no se asiste a una sala de clases, sino que cada alumno/a, estudia los contenidos del módulo bajo sus propios requerimientos de tiempo y disciplina.

. Duración: 1 semestre

. Fecha de Inicio: 20 de Julio

. Fecha de Término: 27 de Diciembre

. Valor: $380.000 (hasta 6 cuotas)

. Inscripciones: Hasta jueves 02 de Julio 2009.

. Certificación: Diploma de Extensión en Estudios de Género

. Contactos: cpadilla@uchile.cl, phernandez@uchile.cl, (+569) 9787707


Fuente: Francisco Aguayo, EME

miércoles, 24 de junio de 2009

Entrevista con Saúl Gutiérrez Lozano Por Esto! MEXICO


Entrevista con Saúl Gutiérrez Lozano


Por Rocío Quintal López1


UADY e IEGY, aliados en capacitación y difusión sobre el tema de “Masculinidad”, desde una perspectiva que incluye el género y análisis del discurso


En los últimos 7 años ha crecido el interés por los estudios de masculinidad en el contexto mexicano. Esto en parte, debido a la abundante producción de estudios que critican la existencia de relaciones de desigualdad y de dominación genérica entre distintos grupos sociales argumentando que no todos los hombres gozan de situaciones de privilegio económico, por ejemplo, que hipotéticamente les posibilitaría explotar o sacar provecho tanto de hombres como de mujeres. Por otra parte, varones simpatizantes del movimiento feminista de diversos países cuestionan poseer privilegios y posiciones de poder sobre las mujeres y han formado grupos que reivindican la equidad entre los géneros.


En este contexto, lo que queda claro es que la masculinidad no es una categoría inmutable para reflexionar acerca de los hombres, ésta se ha venido construyendo socialmente e incluye a las mujeres, y tiene como característica central que se transforma de una época a otra. En este sentido, la única certeza que ahora existe en el tema de la masculinidad es que aún se tiene una idea vaga del mismo, ya que el uso de este término es errático y diverso, lo cual tiene consecuencias diversas en la investigación y la producción teórica.


Ante este panorama, es que resultó de gran interés conversar con el Mtro. Saúl Gutiérrez Lozano, Psicólogo por la UNAM, con posgrado en sociología por el Instituto Mora y la Universidad de York, profesor de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y del PUEG (Programa Universitario de Estudios de Género), y autor de uno de los libros más recientes (diciembre del 2008) que se han publicado en el contexto mexicano sobre el tema de la masculinidad.


El Mtro. Saúl Gutiérrez estuvo en nuestra ciudad el pasado 18 y 19 de junio para impartir el curso “Hombres y Mujeres en la Vida Cotidiana: Una mirada desde el género y el análisis del discurso” y para presentar su libro “Tejer el mundo masculino. Ambos actos académicos fueron co-organizados por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) a través de El Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” (CIR), la Facultad de Economía de la UADY, y en coordinación con El Instituto para la Equidad de Género en Yucatán (IEGY).


A continuación se abordan algunos de estos elementos en la entrevista que amablemente nos concedió:


Rocío Quintal (RQ): Saúl ¿cómo y en qué momento nació en ti la inquietud de escribir un libro sobre el mundo masculino?


Saúl Gutiérrez (SG): Tengo que admitir que Tejer el mundo masculino no es el producto de un proyecto bien definido. Lo que quiero decir es que no fue una decisión plenamente consciente (reflejada en un esquema perfectamente delineado) la que me impulsó a escribir el libro. En realidad, tenía en mis manos algunas notas “críticas” sobre el tema de identidad de género, masculinidad, sexualidad y metodología para las ciencias sociales. Al revisar estas notas me di cuenta que tenía un material abundante cuyo contenido, haciendo el esfuerzo conducente, podía organizarse en un texto. Debo decir, por supuesto, que para ese entonces las relaciones de género y la sexualidad se contaban entre los temas por los cuales yo mostraba un interés académico.


Me esforcé por construir un eje que articulara y diera coherencia a las notas. Caí en la cuenta de que una sociología de la acción cuyo lema “el mundo revela todas sus cualidades únicamente dentro del ámbito de la acción social” calzaba perfectamente con la propuesta de que el género alude a la elaboración cultural y social de lo que significa ser hombre o ser mujer. Vi la oportunidad de poner énfasis en el hecho de que la identidad de género, es decir, la concepción de uno mismo como mujer o como hombre emerge justo cuando las personas interactúan en situaciones más o menos definidas. El haber establecido el puente entre sociología y lo que se conoce en ciencias sociales como “perspectiva de género” me incentivó a buscar algunos conceptos para definir a la sexualidad no sólo como un fenómeno social sino como una acción estrechamente ligada a las relaciones de género. Por supuesto, existen investigaciones que se ha llevado a cabo y muchas páginas se han escrito para dar cuenta del tema de género y sexualidad. Así que no fue difícil captar en qué puntos confluyen esos sistemas de acción.


Al respecto, quiero añadir algo más. Para decir algo “sobre los hombres y sexualidad”, fue necesario hacer investigación de campo. Encontré de utilidad la entrevista no estructurada y la utilización de la técnica conocida como “análisis del discurso” para la interpretación de los datos así obtenidos.


Definida la perspectiva teórica y metodológica entonces pude decir algo sobre hombres y sexualidad.


RQ: Tu libro lo haz titulado “Tejer el mundo masculino”, desde tu punto de vista ¿cuáles serían los hilos que de forma más significativa forman parte de ese tejido en el contexto mexicano?


SG: Del libro es difícil derivar una “radiografía” o siquiera un panorama general sobre el mundo masculino en el contexto mexicano. Traté, por el contrario, de poner en perspectiva algunas de las investigaciones que se han hecho sobre el tema en México. Pienso ahora, por ejemplo, la tajante conclusión de que la sexualidad para algunos hombres mexicanos sustenta su identidad de género. Y, por supuesto, se describe a la sexualidad como una práctica que excluye los sentimientos, la atención por la compañera, centrada en los genitales, etc. Estos reportes coinciden con los resultados de investigaciones en otros países. En todo caso, a partir de los datos que recopilé, quise mostrar que la sexualidad no es una práctica estable en su significado ni en su configuración. Me sorprendió registrar, por ejemplo, descripciones sobre la sexualidad en el contexto del matrimonio que acentúan la proximidad con la esposa y la expresión de sentimientos. Esos discursos sobre la sexualidad en el matrimonio contrastan con las descripciones que hicieron los mismos hombres respecto al ejercicio de la sexualidad antes de contraer matrimonio. Estas descripciones hacen constar que la sexualidad no se mueve por fuerzas o deseos incontrolables, localizados en la naturaleza humana, inherentes a los hombres. Así, más que ofrecer los “hilos” con los que se teje el mundo masculino en México quise poner en primer plano la tremenda complejidad de la práctica sexual por parte de un grupo de hombres mexicanos. Guardando toda proporción, como las críticas que se han hecho al libro El laberinto de la Soledad de Octavio Paz de que no hay tal cosa como la “naturaleza del mexicano”, Tejer el mundo masculino llama la atención de que no existe “la sexualidad del mexicano”. Que si bien, y ateniéndonos a la literatura sobre el tema, el sexo no seguro es una práctica en común entre los jóvenes mexicanos, de acuerdo a mi investigación en ciertas situaciones los hombres usan el condón y la tarea parece entonces indagar el contexto en el cual los jóvenes y los no tan jóvenes se comprometen con el uso de los preservativos.


RQ: En México la actividad académica y política en torno al tema de la masculinidad se ha incrementado en los últimos 7 años, sin embargo, tengo la impresión de que hacen falta más debates y una exploración más sistemática, profunda y extensa sobre lo que la(s) masculinidad(es) significan en nuestro país, pues aún hoy es frecuente que en diferentes foros se habla de masculinidad y hombres indistintamente, como si se tratará de dos caras de la misma moneda ¿en tu libro qué posición sostienes ante esto?


R(SG): Con el riesgo de que se considere simplemente una querella o polémica entre académicos sin ninguna repercusión en otros ámbitos de la sociedad, tengo que decir que los hombres y mujeres que estamos interesados en el tema de las relaciones de género debemos no sólo explicitar la perspectiva teórica desde la cual hablamos de “nuestro objeto de estudio” sino también cómo definimos y usamos conceptos o categorías. Totalmente coincido con los autores (uno de ellos Robert Connell) que llaman la atención sobre el hecho de que el término masculinidad es una herramienta conceptual para comprender y describir el comportamiento de los hombres en relación consigo mismos y con las mujeres. Pero no encuentro razón para creer que la masculinidad sea una fuerza, un motivo o un esquema social que mueve a las personas a actuar como hombres. Quienes hablan de que hay “masculinidades” y que algunas de ellas son la base de la violencia ejercida por los hombres descartan –queriendo o no– que sean estructuras biológicas o la fisiología humana las que determinan la identidad de género y ponen en su lugar una entelequia como la “masculinidad de los hombres”. De origen social pero alojada en quién sabe dónde, ahora la “masculinidad” viene a ser el elemento que configura la acción y el pensamiento de los hombres. En mi opinión, masculinidad es un concepto, no algo que poseen los hombres. Es una herramienta analítica para definir qué clase de acción (y de actores) nos interesa comprender y describir antes que algo (“la masculinidad”) en sí mismo (¿un modelo social? ¿Un valor? ¿Un conjunto de rasgos?). Teóricamente hay muchas cosas que tenemos que discutir.


RQ: ¿Cuáles consideras que son los efectos políticos y juegos de poder que se esconden tras la utilización de este tipo de posiciones, de que hablar de hombres es hablar de masculinidad y viceversa?


R(SG): Bueno, si un hombre con regularidad abusa de sus hijos, hijas y esposa, vista esta situación desde una teoría que habla de masculinidades, entonces la conclusión es que el problema radica en la masculinidad que posee ese hipotético hombre. ¿Cómo hizo suya, ese hombre, esa masculinidad? La respuesta común es que ese hombre interiorizó un modelo en cuyo centro se encuentra la violencia como medio para relacionarse con los hombres y las mujeres. No diré más sino que una perspectiva teórica que aborde el tema de los hombres a partir de las “masculinidades” que comparten los individuos está incapacitada para ofrecer una reflexión teórica sobre las relaciones de poder, la maleabilidad de la identidad, la diversidad y contradicción de comportamientos desarrollados por un solo hombre, etc.


RQ: ¿Qué implica afirmar que la masculinidad es una práctica social?


R(SG): Como ya mencioné, la afirmación de uno mismo como hombre (o como mujer) se presenta en el desarrollo de la interacción. Ser hombre es actuar de cierta manera y no de otras. Ser hombre es concebirse, tener una concepción de sí mismo que emerge en la interacción. Esto quiere decir simplemente cualquier noción que tenga sobre qué significa ser hombre es “invención cultural”, un referente para organizar las relaciones sociales. Citando a Erving Goffman, te puedo decir que la segregación de las personas en dos categorías, hombre y mujer, en tanto resultado de las prácticas sociales, tiene en el dimorfismo sexual humano, su justificación y legitimación. En otras palabras: ser hombre son modos de actuar que con frecuencia se justifican por la biología o fisiología humana.


RQ: Por momentos me dio la impresión que en tu libro “no dejas títere con cabeza” desarrollas una crítica bastante fuerte, aunque yo considero que bien fundamentada, a autores considerados iconos en los estudios de género (ej. Marta Lamas, Juan Guillermo Figueroa), por las posiciones teóricas y metodológicas que hasta ahora han utilizado para ahondar en el tema de la masculinidad Ante tal posición ¿cuáles consideras que serían los aportes más significativos de tu libro?


R(SG): Si tengo que responder a tu pregunta debo decir que el aporte –si lo hay– es el de incentivar la reflexión teórica y metodológica sobre el tema de relaciones de género. Respecto a “no dejas títere sin cabeza”, como afirma el psicólogo Kenneth Gergen, los académicos gozan más que del diálogo de la confrontación. Nos gusta poner en evidencia a los otros(as) y poner en primer lugar nuestro trabajo. Tengo plena conciencia de lo pernicioso de semejante “ritual” (confrontarnos en el campo académico). En lo más álgido de una discusión académica, no hay diálogo sino diatriba (que puede desembocar en odios personales). Asumo la responsabilidad del tono en el que está escrito el libro. Y eso significa entre otras cosas que si es leído, puede ser duramente criticado.


RQ: Una propuesta teórica como la que haces en tu libro ¿en qué tipo de intervenciones podría traducirse en el terreno de las políticas públicas con perspectiva de género?


SG: Esta es una pregunta que me hecho con frecuencia. ¿Hay alguna sugerencia en ese libro sobre cómo intervenir en escenarios sociales o sobre cómo diseñar una política pública? No lo sé. Pienso que una intervención, por ejemplo, debe sustentarse en un referente teórico o de cualquier otra índole para rebasar el empirismo o la “experiencia forjada en la intervención de campo”. Y por ahora lo que vislumbro es que es necesario el trabajo conjunto de académicos, investigadoras y quienes desarrollan su actividad a nivel de intervención en distintos escenarios. Si de mi investigación se colige que un cambio de ideas o valores debe ir precedido de nuevas configuraciones de acción o de comportamiento (y no al revés: primero se forja la idea y después se traza una ruta de acción) esa sugerencia debe comentarse (y traducirse en “algo más”) con quienes tienen contacto con los actores involucrados en ciertos escenario sociales.


R: Quiero decirte que son autores “canónicos” sobre el tema de género y masculinidad. Tienen ya una obra consolidada. Para quienes nos interesa el tema, es, según yo, una obligación leer a esos autores. Ellos (aunque también hay autoras que han incursionado en el campo de la masculinidad) han puesto las bases para convertir a los hombres en un “tema de estudio”. Eso ya es mucho. Ahora, creo que hay una nueva generación de académicos que están diciendo cosas y en ocasiones tomando distancia de investigadores como Robert Conell. Pienso en mujeres como Margaret Wheterell, Susan Speer, o en Nigel Edley, autores menos conocidos que Kimmel y Conell, pero que han hecho ya aportaciones en el campo de las relaciones de género. Y por su puesto, esos autores que llamo “canónicos” no sólo son un referente sino siguen proveyendo ideas para investigar el mundo de los hombres.

1) Doctora en Ciencias Sociales especialista en el área de Mujer y Relaciones de Género. Profesora- investigadora del Centro de Investigaciones Regionales “Dr. Hideyo Noguchi” de la UADY.

FUENTE: http://www.poresto.net/ciudad/41589-entrevista-con-saul-gutierrez-lozano

martes, 23 de junio de 2009

La nueva imagen del buen padre ARGENPRESS

MARTES 23 DE JUNIO DE 2009

La nueva imagen del buen padre

Carina Lupica (ARTEMISA)

Muy lejos de las imágenes que reproducen las publicidades en función del Día del Padre, desde la academia, la paternidad ha sido y es foco de análisis. Aquí reproducimos un trabajo de la Fundación Observatorio de la Maternidad que desmenuza la modificación de las prácticas en torno a la paternidad en los últimos años.


"(...)En los últimos cuarenta años se observa que el padre va alejándose de su antigua imagen autoritaria para construir una nueva, más protagónica en la crianza de los hijos y vinculada a los sentimientos. Es sobre todo en la década del 70 cuando surge una imagen paterna distinta, la del hombre sensitivo que comienza a tomar conciencia de su responsabilidad con la naturaleza y los hijos e hijas, y comparte con la madre algunas tareas de cuidado y atención de la familia. Esa generación de padres descubrió –a diferencia de sus predecesores- que podía cambiar al bebé, acariciarlo, alimentarlo, jugar con él y todo ello sin perder su virilidad. Esto dio lugar a la modificación de diversas costumbres: se incluyó al padre en el momento del parto y en algunas sociedades se instituyó la licencia por paternidad (Oiberman A., 1998: 29-30).


La nueva conducta que define en la actualidad al padre está caracterizada por la interacción (tiempo que el padre comparte con su hijo), la accesibilidad (la posibilidad que tiene el niño de contar con el padre para interactuar) y la responsabilidad (función que asume el padre en lo referente a las actividades de los niños) (Oiberman A., 1998: 34-35).


El modelo emergente de paternidad incluye la demanda creciente sobre los varones para que asuman un mayor compromiso y responsabilidad en el ejercicio de las tareas domésticas y de crianza. Hoy se valora más la imagen de un padre implicado en el bienestar emocional de sus hijos e hijas que la del proveedor económico, poco interesado en los afectos.


Con todo, esta novel construcción de la paternidad en no pocos casos provoca una confusión o equiparación de roles paternos y maternos, sin llegar a captar cuáles son específicamente las funciones paternas que colaboran con el desarrollo de los hijos e hijas (Oiberman A., 1998: 29-33). “Ahora bien, el niño tiene necesidad de que su madre le “materne” y que su padre juegue su papel y le “paterne”. Cada psicología depende de una simbólica singular. La madre representa la relación que el niño tendrá con los otros y con los objetos de la realidad. El padre representa, en desquite, la autonomía psíquica a la que el niño tiene que acceder, el sentido de la ley y de los límites, puesto que el padre es distinto de la madre en el punto en el que el hijo se confunde con ella” (Anatrella, 2008: 20).


Pero, por otro lado, ¿cuánto de estos discursos y tendencias relacionados con la nueva paternidad se plasma en la vivencia actual?: “Por ausencia de estudios en nuestro país, aún no se sabe hasta qué punto esta discusión ha tenido un correlato en los comportamientos al interior de la unidad familiar, en particular, si se está produciendo una redefinición de la participación de los varones (y las mujeres) en los roles familiares. Es decir, no sabemos en qué medida la extensión del ‘doble turno’ a un número creciente de mujeres está dando lugar a negociaciones nuevas de relaciones de poder que den lugar a una mayor participación de los varones en el tiempo de trabajo doméstico y del cuidado de los niños en el hogar. En otras palabras, en qué medida el rol del padre está siendo redefinido para incluir el paternaje ejercido por padres afectuosos, contenedores y nutrientes” (Wainerman, 2003: 206).


Entre el deseo cultural y la realidad familiar

Muchos varones responden a las normas sociales cambiantes sobre la paternidad y las asumen, aunque su internalización no es un proceso sencillo. “En la vida cotidiana, las actividades que se desarrollan en el hogar continúan estando fuertemente segregadas por género, con una carga muy desigual que sigue siendo mucho más pesada del lado de las mujeres, imponiéndoles cada vez a más de ellas el doble turno” (Wainerman, 2003: 202).


El compromiso de los padres varones con la crianza de los hijos e hijas se ha incrementado en las últimas dos o tres décadas mientras poco ha variado su cooperación en las tareas domésticas. Un estudio de Wainerman (2003) de 200 hogares urbanos en la Argentina revela que tres cuartos de los hombres participan nada o muy poco en las actividades cotidianas del cuidado de la casa. En especial, con respecto a la atención de los hijos, sostiene que si bien los hombres tienen en la actualidad una mayor participación, están lejos de alcanzar los niveles de responsabilidad que tienen las madres. Una encuesta a 112 mujeres que ocupan puestos de decisión, llevada a cabo por la Comisión Tripartita de Igualdad de Trato entre Mujeres y Varones en el Mundo Laboral del Ministerio de Trabajo de la Nación (2006), llega a conclusiones similares. Expresa que si bien los hombres comparten tareas tales como revisar los cuadernos de sus hijos, llevarlos al médico y al colegio –actividad en la que más participan los padres–, la principal responsabilidad de la crianza de los niños sigue siendo de las mujeres .


Una encuesta de muestreo en Chile con 400 hombres y mujeres de bajos y medianos ingresos encontró que las mujeres dedicaban cerca del doble de tiempo que los hombres a las labores domésticas, incluyendo una enorme variedad de tareas desde el cuidado de los hijos hasta la preparación de alimentos. Respecto a tareas específicas, las mujeres en promedio destinaban cinco veces más tiempo al día a la preparación de alimentos que los hombres, ocho veces más tiempo a la limpieza de la casa y cinco veces más al cuidado de los hijos (SERNAM, 1998) .


Datos nacionales de hogares en Brasil (IBGE, 2007) establecieron que el 91% de las mujeres en ese país realizan quehaceres domésticos, un promedio de 21,8 horas por semana vs. 51% de los hombres, con un promedio de solo 9,1 horas por semana. Si se suma la labor doméstica al trabajo fuera de la casa, las mujeres trabajan en promedio 11,5 horas al día mientras que los hombres lo hacen 10,6 horas en promedio. Una mujer casada con hijos menores de 14 años trabaja tres veces más que un hombre en su misma situación: 29 horas por semana vs. 9,1 horas del hombre.


Un estudio en Bogotá sobre masculinidades y desarrollo social advierte que lo más habitual en las familias de origen de los hombres colombianos era que la madre se dedicara a las tareas domésticas y el padre cumpliera un rol de proveedor del sustento económico. En el interior de sus hogares, la división de tareas era muy tajante: los hombres eran -y siguen siendo- los encargados de las reparaciones, mientras que las mujeres eran -y continúan siendo- las responsables del aseo. En ciertas casas, se ha contado o se cuenta con personal doméstico –de sexo femenino- que se ocupa del oficio, pero siempre bajo la dirección y organización de las mujeres. Por consiguiente, el peso y la responsabilidad del trabajo doméstico recae así exclusivamente en las mujeres y en las niñas (Faur E., 2004: 139).


De modo similar, la menor participación de los varones en la crianza de los hijos e hijas puede medirse por su escasa presencia en profesiones de cuidados, tales como guarderías o escuelas primarias. En efecto, la atención de los niños y niñas fuera del hogar es proporcionada por mujeres, y la gran mayoría de maestros en el nivel primario son mujeres (Barker, 2008: 30).


Incluso cuando los varones participan en el cuidado de los hijos e hijas, típicamente definen este cuidado como “ayudar”, no como una tarea en la que decidieron participar o de la cual ellos sean responsables. Y aun cuando asumen estas tareas, siguen pensando que pueden optar por excluirse de ciertos aspectos de los quehaceres domésticos. Aunque la disponibilidad de los padres para con sus hijos e hijas aumentó, ello no significa que inviertan tanto tiempo en criarlos o participen de la misma manera que las madres (Barker, 2008: 29).


Esto quiere decir que mientras los varones afirman participar mucho más en las tareas domésticas, de hecho lo hacen en forma asistemática y a modo de colaboración, sin asumir la responsabilidad por la tarea (Faur E., 204: 140). “Los hombres ven su trabajo doméstico como una especie de regalo a las mujeres o como algo que se hace en ocasiones especiales (si la esposa está enferma o cansada), pero rara vez como una cuestión de justicia” (Barker, 2008: 31).


Adicionalmente, aun reconociendo que esta es una época de grandes mutaciones en las relaciones de género y en las definiciones de masculinidad y feminidad, el ritmo de cambio no es parejo ni se extiende en el conjunto de cada sociedad del mismo modo. Pueden producirse transformaciones en algunas dimensiones o en algunos grupos más tempranamente que en otros. Y pueden convivir diversas definiciones y prácticas de la masculinidad en grupos y sociedades aparentemente homogéneos (Faur E., 2004: 64).


Pero, la flexibilización de patrones por parte de los varones convive aún con algunas zonas más estructuradas, en donde hombres y mujeres parecerían desear que las fronteras no cedan tan fácilmente. El modelo de mujer-madre centrada en el bienestar de los otros aparece en el imaginario de los varones como la salvaguarda de la armonía familiar y de la salud psicofísica de los hijos e hijas. Si bien se valora muy positivamente la creciente cercanía de los padres a sus hijos, la hegemonía de las mujeres en esta dimensión parece prácticamente indisputable, y en cierto sentido, necesaria (Faur E., 2004: 219).


Y así, los varones entrevistados en Bogotá reconocieron que estaban “en un proceso de transición que va desde la pérdida de una tradición muy marcada hasta la aparición de formas múltiples y disímiles de contratos familiares”. Por lo tanto, “no existe nada cabalmente definido, lo que por momentos crea una cierta sensación de inseguridad tanto para los hombres como para los mujeres” (Faur E., 2004: 141-142).


Importancia y beneficios de una paternidad comprometida

La presencia del padre en la temprana infancia implica mucho más que el sostén emocional para la madre o el soporte económico de la familia (Oiberman, 1998: 16). La presencia de la función paterna tiene consecuencias sobre la estructuración psíquica y social de los individuos: aporta a la formación de la imagen masculina y a la filiación y a la disminución de las conductas adictivas, promueve el sentido de los límites, facilita la socialización e institucionalización, es decir, la adquisición de una conciencia histórica y la aptitud para desarrollar un vínculo social.


Según estudios recopilados por Barker (2008), la presencia del padre, dependiendo de su calidad, es positiva para los hijos e hijas, las mujeres y los propios varones. Este autor sostiene que, generalmente, una paternidad presente, cálida, de apoyo y no demasiado controladora produce buenos resultados para los hijos e hijas, ya que los beneficia en términos de su desenvolvimiento social y emocional, muchas veces mejora su desempeño en la escuela, les facilita entablar relaciones más sanas como adultos, y también puede influir significativamente en decisiones relacionadas con “conductas antisociales”, tales como el uso de sustancias, actividad sexual a temprana edad y actos criminales.


Asimismo, la presencia del padre o un varón en el hogar, sea o no residente, es positiva para la economía pues así el ingreso familiar es mayor. A pesar de que no se debe reducir el rol de los hombres y de los padres a ser simplemente proveedores económicos, la proporción del ingreso que dedican a sus familias es un indicador importante de su participación en el cuidado de sus hijos.


Por añadidura, una mayor presencia masculina en el cuidado de los niños y niñas y en las tareas del hogar es casi siempre beneficiosa para la mujer, ya que puede favorecer sus oportunidades para trabajar fuera del hogar, estudiar o desarrollar actividades provechosas material y psicológicamente.


Además, un compromiso positivo como padres y cuidadores es en general bueno para los varones, ya que ellos reconocen que la relación de filiación es una de las más importantes fuentes de bienestar y felicidad. Los hombres que mantienen relaciones cariñosas y de cuidados, incluyendo la paternidad, son menos propensos a involucrarse en ciertos comportamientos de riesgo (tal como la actividad criminal) y hasta existe una asociación entre el volverse padre y convivir con la madre y los hijos e hijas y una menor tasa de mortalidad masculina.


Conclusiones


Los cambios sociales y culturales acontecidos en los últimos cuarenta años, entre los que se destaca el ingreso masivo de las mujeres con responsabilidades familiares al mundo del trabajo y la modificación de la estructura y dinámica familiar, provocaron una resignificación en el ejercicio de los roles femeninos y masculinos, incluidas las funciones maternas y paternas.


Esto es así, porque la función paterna o el trabajo de cuidado y protección de la descendencia que realizan los varones, independientemente del nexo biológico o legal que tengan con los niños y niñas, implica un conjunto de significaciones, habilidades y comportamientos que se pueden aprender y varían en el tiempo, según las características de la sociedad y de la familia en la que se producen. La paternidad es un proceso sociocultural, y su vivencia y desarrollo implican necesariamente un sistema de vínculos entre el padre, sus hijos, la cónyuge y otros miembros e instituciones de la sociedad.


Junto con la resignificación de una masculinidad más afectiva, en la sociedad se comenzó a valorar la paternidad más involucrada en el cuidado de los hijos e hijas y en las tareas del hogar. Sin embargo, aún existe una brecha entre el imaginario o deseo social y la realidad vivida en el seno de las familias, ya que en la mayoría de los casos continúan siendo las mujeres las principales responsables de las tareas domésticas y de cuidado.


La práctica de una paternidad activa y comprometida es provechosa para los hijos e hijas, las mujeres y los propios varones, tanto desde el punto de vista emocional y afectivo, como del económico, social y de equidad de género. Este momento de transición puede ser interpretado como un tiempo de incertidumbre o como una oportunidad para la construcción de relaciones más equitativas entre varones y mujeres en el ámbito familiar. Padres más comprometidos con el desempeño de las tareas domésticas y de cuidado posibilitarán un crecimiento saludable de los hijos e hijas, una mejor inserción de las mujeres en ámbitos laborales y sociales, y el ejercicio de una paternidad y maternidad más beneficiosa y gratificante.


Bibliografía consultada:

- Aguayo Fuenzalida, Francisco (2003). “Paternidades: Políticas y Programas. Revisión de acciones y medidas para promover la participación del padre en el cuidado y la crianza de sus hijas e hijos”. Informe (borrador final). UNICEF, Octubre. Santiago de Chile.

- Anatrella, Tony (2008). La diferencia prohibida. Sexualidades, educación y violencia. La herencia de mayo de 1968. Ediciones Encuentro, S. A. Madrid.

- Barker, Gary; Verani, Fabio (2008). La participación del hombre como padre en la región de Latinoamérica y el Caribe: una revisión de literatura crítica con consideraciones para políticas. Promundo–Save the Children. Brasil.

- Faur, Eleonor (2004). Masculinidades y desarrollo social. Las relaciones de género desde la perspectiva de los hombres. UNICEF. Colombia. Arango Editores Ltda. Bogotá, Colombia.

- Lupica, Carina y Cogliandro, Gisell (2007). “Las brechas sociales de la maternidad en la Argentina”. Anuario de la Maternidad, Observatorio de la Maternidad. Buenos Aires, septiembre.

- Lupica, Carina; Cogliandro, Gisell; y Mazzola, Roxana (2008). “Situación laboral de las madres en la Argentina: los desafíos pendientes”. Anuario de la Maternidad. Observatorio de la Maternidad. Buenos Aires, noviembre.

- Oiberman, Alicia (1998). Padre-bebé. Inicio de una relación. Editorial de la Universidad de La Plata, La Plata.

- Olavarría, José (2003). “Los estudios sobre masculinidades en América Latina. Un punto de vista”. Artículo aparecido en Anuario Social y Político de América Latina y el Caribe. Nro. 6, Flacso / Unesco / Nueva Sociedad, Caracas, 91-98.

- UNFPA–CEPAL (2005). Masculinidad y factores socioculturales asociados al comportamiento de los hombres: estudio en cuatro países de Centroamérica. Manuel Ortega Hegg, Rebeca Centeno Orozco, Marcelina Castillo Venerio. Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL).

- Wainerman, Catalina (compiladora) (2002). Familia, trabajo y género. Un mundo de nuevas relaciones. Fondo de Cultura Económica de Argentina, S. A, Buenos Aires.

- Wainerman, Catalina (2003). “Mercado de Trabajo, Familia y Género”, en El sostén de los hogares: trabajo, participación social y relaciones de género. Ateneo. Centro de Documentación en Políticas Sociales, Documento 32 de Políticas Sociales. Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Carina Lupica es Directora Ejecutiva Fundación Observatorio de la Maternidad.

PUBLICADO POR ARGENPRESS EN 18:13:00

ETIQUETAS: ARTEMISA, CARINA LUPICA, OPINIÓN, PATERNIDAD

FUENTE: http://www.argenpress.info/2009/06/la-nueva-imagen-del-buen-padre.html